miércoles, 11 de marzo de 2015

Resolviendo el puzzle del libro de la vida

Cuando James y Francis entraron en el pub Eagle de Cambridge, no se imaginaban que aquella mañana cambiaría tanto el rumbo de la ciencia. Corría el 28 de febrero de 1953 y los jóvenes investigadores se disponían a brindar con dos pintas de cerveza. Habían logrado ganar la carrera en el descubrimiento de la doble hélice del ADN.
Cambridge era una ciudad bulliciosa, donde la mayor parte de cafeterías y pubs acogen a científicos sedientos de conocimiento, siempre animados a discutir los experimentos más recientes. James Watson y Francis Crick no eran una excepción. Llevaban semanas dándole vueltas a la estructura de la ‘molécula de la vida’, hasta que vieron la famosa imagen 51, captada por la cristalógrafa Rosalind Franklin.
Aquella fotografía, robada en secreto por Maurice Wilkins, les daría la pista definitiva sobre la forma que tenía el ADN, la molécula que guarda nuestra información genética.
Las piezas por fin habían logrado encajar. Contrariamente a lo que pensaba Linus Pauling, el ADN se organizaba en torno a una doble hélice. Sus resultados serían publicados posteriormente en Nature.
James, Francis y Maurice recibirían el aplauso de la comunidad científica en 1962, cuando fueron galardonados con el Premio Nobel de Medicina o Fisiología. Franklin, que había muerto cuatro años antes, no pudo ser reconocida con el Nobel, dado que las normas de la Academia sueca impiden honrar a una persona ya fallecida.

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